De manera consciente puedo admitir a mi juicio que la vida se compone de momentos, objetivos y muchas veces de prioridades. No me atrevo a buscar una definición acertada de esta palabra, sabiendo que junto a los recuerdos se tramita –llanto.
El destino se empeña en darnos las instrucciones precisas anticipándose de tal manera para que –los instantes– más emocionales sean asequibles y llevaderos.
El sentido de presentimiento ejecuta visiones inusuales que nos limitan a tomar decisiones inesperadas.
Quizá, sí, tan sólo un instante de aquellos pudiera ser despojado para que la razón nos permita entender que ser libre –ya– es comparable con la existencia.
Sólo queda una realidad –nadie, consigue vivir preparado para aceptar noticias nefastas, aunque sabes que deben ocurrir, más aún, sabiendo que las infames advertencias en instantes –son verdad.
La impotencia ya no solo es una visita imprevista, osada, cual ninguna pretende usar el manifiesto opulento del temor aprisionado. La presencia de este dolor es irresistible, perder tu presencia no tiene nada de consecuente.
El recorrido inexplorable de sentencias, acusan: –al silencio– de impagables premoniciones, –a la espera– de culpabilidad compartida, –al adiós– de temibles ultrajes. Pues, el acusador y la sentencia no saben que la despedida fue –sólo– producto de una transformación persuasiva –disímil de vida.
Autor: Quituisaca Samaniego Lilia