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EL LAGO DE LOS ESPINOS...

 

TRÉMULOS LABIOS...

 

Trémulo el labio

que me besa despacio,

entre fontanas azules

y lirios entristecidos,

 

y viene a morir

silente...

en campos

de blanco espino, 

 

quedamente

te licúas...

en tu tristeza

desconsolada,

 

en tenues...

y anacarados

versos,

 

heridos...

de azul y grana.

 

 

EN LAGOS ANACARADOS...

 

En lagos

anacarados...

y melancolías

zaheridas,

 

que beben

entristecidas...

de los angostos

puentes

del malhadado río,

 

vive mi alma

desnuda...

 

preñada

en su latido,

 

vertida

de lánguidas

flores...

 

licuadas

de albura y lino. 

 

 

HERIDA EN SUS TRISTEZAS...

 

Herido

en sus tristezas,

caminaba mi labio...

dulcemente ausente

por besos...

desventurados,

 

en campos

abandonados...

de blanco

lirio cetrino,

 

y viene

a morir galante...

impuro

y en su latido,

 

en versos

desmotivados,

 

desnudos...

 

de albura y vino.

 

 

HERIDOS TUS BESOS...

 

De tímida nata

tu boca,

 

en su deslazada

fuente...

y dulce

melancolía,

 

como ventisca

se anuda...

y en tenue cascada,

 

en su silencio

se vence...

 

entre rejas

espumosas,

 

heridas..

de agudo trazo

 

vertidas

de amor impuro...

 

vencidas

de antiguo abrazo.

 

 

SOLEDADES...

 

En la ubicuidad

de la tarde...

mueren

mis sueños

entristecidos,

 

heridos

de soledades...

 

impuros

en sus latidos,

 

licuados

de frío anverso...

 

desnudos

de antiguo

idilio,

 

la tarde

muere silente...

 

soñando

con sus latidos.

 

 

SOÑANDO CANCIONES...

 

Soñando...

vanas canciones,

 

y de amor

licuado...

en sus trabajos,

 

mueren

mis sueños

deshilvanados...

 

a las orillas

del río,

 

entre impúdicos

silencios...

 

desnudos

de antiguo rezo,

 

heridos

de amor y grana...

 

licuados

de amor y lazo.

 

 

MIS PENAS HERIDAS...

 

Mis penas

mueren zaheridas...

en cielos

esmeraldinos,

 

licuados

en sus amores...

y a las orillas

del río,

  

en olas

desmotivadas... 

y lirios

entristecidos,

 

mi alma

muere silente...

 

y muy

delicadamente

ausente,

 

en las orillas

gastadas...

 

del lago

de los latidos.

 

 

 

AUTOR: JOSÉ A. PANIAGUA MARTÍNEZ.