EL HECHIZO DE TUS OJOS
La crepitante desesperación de amarte
se agolpa en la palmera de mis venas,
y se desborda por los ríos de mi alma.
Es un fuego estelar que me ahoga,
amigos, me desangra las entrañas
y me ahogan los suspiros,
y en negras melancolías
y en mis profundas entrañas.
Desbordante es la sed que tengo de beber tus ojos,
de soñarte, idolatrarte y consolarte en mis delirios,
llegar hasta la suave senda de tus bosques de fuego
y anidarme dentro de los trigales de tus senos,
para que tus dulces dedos puedan adorar mi cuerpo.
¡Oh, sed desesperante!
Que invadís mis sentimientos, la quebrada de mi alma,
y vos, invasores de mi piel, que insaciables estáis
de las inmaculadas pupilas y mejillas de mi amada.
Qué triste ansiedad en el silencio me acorrala
qué largas cadenas me arrastran hacia la melancolía;
cadenas que son los llantos de toda la pena mía.
¡Oh, cielos míos!...
Si vos me dais la sagrada esperanza
y esa eternidad soñada,
gloria sea para mi alma
y para la amada mía;
cosas que no son del mundo
que son de otra galaxia,
cielos donde están tus ojos?
Dulce síbila y calandria,
diosa mía de mis góndolas
gaviota de mis playas,
bésame con tu alma.