He estado tirado en el pavimento, buscando respuestas en las huellas que no me pertenecen, respondiéndome esquivamente con mis mismas preguntas -que no dicen nada- sintiendo el remordimiento de mis propios actos prófugos, ahogándome con el peso pusilánime de éste sentimiento que ahora me aferrá a la sombra que estirá mi lamento hondo y profundo en el vórtice de mi voz ahogada, donde el charco tan sólo es una mancha escarlata bebiéndose mi sangre, hasta exprimir toda expresión sensible de las tuberías que ahora amarran mi carne y verbo,
y,
en una lapidaria forma de arrancarme ese desvanecimiento de mi ser,
me hará demacrarme en la desnudez de los caídos,
donde torpemente me he dejado tirar sobre el pavimento de nubes grises,
para otra vez llover cada pedazo de mi existencia,
sobre las fauces del libertinaje de la vida,
que como látigo de felicidad plena
dibuja el tatuaje extenso en mi vida fragmentada de mitos y leyendas
de lo que una vez fue el sentimiento libre del libro de los poetas asesinados por la alquimia del alma, traducido en versos y poemas, y hoy, nada más que la esclavitud de la muerte en vida,
así, -en este guión, una vez y otra pausa, secretamente me encierro, sin desplazarme en el vuelo, ni en las huellas ajenas, que ahora me encierran-