Me gusta escribir tu nombre entre las nubes doradas,
bañadas de luz del sol y de la tarde cansada;
en esas pequeñas nubes plasmo cada letra
que compone el concepto que de ti mi mente alberga.
Y luego te guardo escrita en cada árbol y en cada planta,
llenos de vida, de frescura
y de naturaleza entregada.
Comienzo a escribir tu nombre en el viento,
te respiro y me lleno de perfume etéreo
emanado de tu esencia y de tu cuerpo.
Principia la noche a descender poco a poco,
sutilmente sus estrellas muestra
y en la media luna de la bóveda celeste
escribo tu nombre tan gravado en mi mente.
Me doy cuenta que tu nombre está en todas partes
y que aunque el día o la noches pase,
yo lo seguiré leyendo
lo seguiré escribiendo,
porque lo llevo inscrito muy profundamente en mi pecho.