Si Eólo esculpiera triste
estatuas de acero,
a la orilla de un ancho río
de acordes perfectos
lánguidamente
desestructurados...
en su melancolía.
Así Gustavo...
domaría los vientos,
y apagaría triste
campos helados...
enterrando
otoños azules
en mares de terciopelo,
A Gustavo Dudamel
de la pequeña Venecia
alma silente...
corazón valiente
de pasión
sincera,
en los desventurados
campos de mi alma,
tú morarás
eternamente...
domando
el inclemente
céfiro...
en sus más ardorosas
horas,
en tardes de violas
perdidas...
y tenues canciones
apenas licuadas
en su sustento,
por lánguidos oboes,
impúdicamente
desestructurados...
en sus lamentos
por rosas de aguamarina
y roca,
melancólicamente
zaheridas...
en el canto de su beso,
A Gustavo Dudamel...
hijo pródigo del viento,
de la amada Venezuela
herrero ciclópeo...
martillo de acero,
forjador mecánico
de silencios
ocultos...
y desventurados
arpegios
en la sin par
batalla...
de acordes perdidos,
yace...
muy tímidamente
enaltecido,
todo un mundo
desguarnecido...
de anacarado ensueño.
AUTOR: JOSÉ A. PANIAGUA MARTÍNEZ.