--Esta felicidad que tú y yo sentimos.
La que nos prometimos.
Y la que hoy, se ha desvanecido
como una nube arrastrada
por el viento.
¿Es que tanto nos cuesta
cumplir con nuestro pacto?
No culpemos a nuestros parientes,
ni a nuestras amistades.
No debemos permitir
que ellos interfieran
en nuestras vidas.
A ti te interesa más
lo que opinen los de afuera,
y no nuestras promesas.
Nuestra felicidad,
la que fue, debe volver
a nuestras vidas.
¿Por qué tenemos
estos desencuentros
de opiniones, cuando hace
un corto tiempo no existían?
¿Crees que la felicidad es eterna?
Así lo pensábamos al principio.
Pero si de nuestra individualidad
no ponemos garra y alma,
la felicidad que teníamos,
se va diluyendo a través
de las horas.
Cada día que pasa,
me siento más desconcertado.
Hago todo lo posible
a favor de nuestra felicidad.
Pero ambos debemos estar unidos
como desde el principio...
ahora no es así.
Todos los días rencillas
y discusiones.
¿No estás cansada de ellas?
¿Piensas que a mí me resbala
todo esto que nos sucede?
Me acotas de mis errores.
¿Es que tú no los tienes?
¿Tan perfecta crees eres?
Tampoco yo lo soy.
Lograr la total perfección,
es muy difícil en una pareja,
aunque muchas veces existen.
Tanto hemos cambiado, amor.
Volvamos a ser los de antes.
Si pusiéramos empeño
de nuestra parte,
hemos de llegar a lograrlo.
Hasta un café compartíamos.
Hasta de eso nos estamos privando.
Si nuestra voluntad
no sale de nuestra alma
sentida, sinceramente,
nada a nuestro favor hemos de lograr.
¿Quieres que tomemos algo juntos?
Al menos respóndeme con palabras,
no con asentimiento de tu cabeza.
Es inútil, nuestra felicidad
depende de ambos.
Te quedas ahí callada,
y yo me estoy cansando,
de estar hablando solo.
Piensa en lo que acabo de decirte.
Voy un rato al bar,
a tomar un café con mis amigos.
Cuando vuelva, al menos
espero escuchar tu voz.
Hasta luego.
--No te vayas...
Escucha ahora mi voz.
He estado en silencio,
porque prestaba atención
a tus palabras.
No he querido interrumpirte,
ni que te vayas sin escucharme.
No vayas con tus amigos
a tomar un café; tómalo conmigo.
Tienes razón, nuestra felicidad
no es como la de antes.
Me siento culpable
que no sea así.
¡Oh, tan culpable,
que te juro tendría ganas
de desaparecer, de cortarme
las venas, de tirarme al río...pegarme un tiro
en mi cabeza, o en mi corazón...
¡Soy tan culpable
de esta ausente felicidad...!
Que si te diesen ganas
de matarme, puedes hacerlo,
porque lo merezco.
--¡Por Dios!, ¿tan grave
es lo que sucede? Continúa.
--Es que... no sé cómo comenzar.
--Desde el principio.
--Es muy grave.
--Más grave es tu silencio. Te escucho.
--¡Por qué no nos hemos casado!
--Porque tú me dijiste
que esto era lo mejor.
Que nos tomáramos
un prolongado tiempo,
puesto que somos muy jóvenes
y que hay tiempo para casarnos.
¡Sácame ahora de esta incertidumbre, habla!
--¿Recuerdas hace tres meses
cuando te pedí me acompañaras
a comprar un par de zapatos,
tantas veces postergado?
--Más o menos, algo...
--Fui sola. Al salir de la zapatería,
me encontré con un desconocido,
me di cuenta que ese hombre
me estaba siguiendo.
Me paré súbitamente,
lo enfrenté y le dije
que tenía la sensación
de que me estaba pisando los talones.
\"¿Qué pasa con usted,
me está siguiendo,
qué es lo que necesita\"?, le pregunté.
Me respondió que me seguía
porque mi figura
y mi caminar, lo habían
atrapado, seducido.
Que tenía deseos
de invitarme a tomar un café.
\"No voy a tomar café ni nada,
con desconocidos.
Soy una mujer comprometida.
Retírese que me compromete\",
le respondí,
¡oh, Hugo, no puedo seguir...!
Continuará
Derechos reservados de autor ( Hugo Emilio Ocanto - 25/05/2015)