Ángel
A una niña amiga
Un día en mi jardín, sin vida
por el suelo seco, adusto,
un ángel recrió mi gusto,
me dio la inspiración perdida.
Yo me harté tanto de disgusto,
que me calló el alma herida;
ya no tenía más salida
la voz que fue un canto justo.
Hoy, en la luz de cada día,
es una flor toda palabra mía
y que de mis entrañas brota.
Mismo al decir palabras finas,
¡perdón si, a veces, hay espinas!
aunque yo sea este idiota...