Mutismo que depone la noche
Elipsis de las estrellas, de una luna
En su cuarto menguante,
Penumbra que la luz, proyecta entre las sombras.
¡He arrullado mis pensamientos¡
La efímera caricia, en mudez, el viejo banco de una plaza
Maderas de un añejo y funesto quebracho colorado.
Teñido de blanco
Silencio que inspira el epitafio centenario
En la tierra de los muertos,
Sin brisa que la respiración regala
Yo acaricie tu saco de maderas barnizadas
Y una lagrima rodo en chorrillos, en silencio
Mi alma, en tus manos preñada de sueños
¡Oh madre, distante y silenciosa!
He pensado, ajetreando ideas,
Caigo reverenciando tu inmaculada imagen
Maestra, poetiza extranjera paloma blanca, bendice mi alma
Enséñame a pronunciar vuestro nombre
Afonías que dejan los poemas en lectores bipolares,
Enmudeciendo cobardemente,
Sin valor a pronunciar verdades
Semejantes a cadáveres putrefactos, hediendo en los propios orgullos
Emigrando a tierras prometidas
A matar el hambre, lamiendo botas
Obsecuentemente.
Más prefiero el silencio,
Pues callando otorgan, el triunfo de
Ser libre y no un condenado a vivir una cultura
Diferente.
Autor: Darío Ernesto Muñoz Sosa