mariana de la Lastra

UNA FLOR DE SU JARDIN

UNA  FLOR DE TU JARDIN

 

                                                            “En las letras de  rosa,  esta la  rosa”.

                 Borges                                                                                

 

En este preciso e irrepetible instante, soy feliz, Carpe Diem, et Lassciate ogni speranza voi, debiera ser el lema de un escudo imaginario para refrendar lo innominable.

 

Ahora, sólo por hoy, quiero una rosa de su jardín. Una rosa verdadera y una rosa que nazca de su corazón

 

¡Rosas!... espejo del tiempo, rosa mística, rosas pinceladas por colores enardecidos o  tersos, carmesí, rojo, amarillo, coral, naranja, blanca…Rosa que se conoce, orgullo, soberbia, estirpe, como aquella otra del niño en su planeta. 

 

Deseo estar rodeada de rosas, caminar entre ellas, absorber su fragancia a través de mi piel.  Recostarme en un enorme lecho de pétalos y girar y revolverlos y arrojarlos al cosmos para que vuelvan a mi como liviana  lluvia,  acariciando   mis ojos, mis labios, mis pechos..

 

Nosotros, los hombres, ansiamos atraparlas, retenerlas, perpetuarlas, eternizarlas en el yeso de un artesonado,  o en oros, platas, bronces. Como analogismo hago mías sus palabras: “el hombre bautiza las estrellas con el inútil deseo de acercarlas”.

 

La rosa fue creada para dejar caer sus pétalos, ya cumplidos, sobre la tierra A veces, una mujer atenta,  los libra de deshacerse en minúsculas areniscas.  Entonces al  cálido sol le encarga  detener la agonía para ser  fragancias de alegría.

 

Rosas,  complicidad en ramos,  portadoras silenciosas de silenciosas; palabras de amor. Alma de  mujer que las abraza, ya es  arpa que exhala música celestial.

 

Las rosas me sorprendieron, me hipnotizaron, me maravillaron  en en lejanos momentos de juventud.

  

Yo fui rosa  impecable, rosa preciosa, rosa inmaculada y virginal. Sí, sentí, vibró todo mi cuerpo con la certeza  de ser la  rosa acabada.  Una rosa completa que no fue advertida, ni recogida.

 

Un ramo de rosas rojas, inoportunas, a destiempo, llegaron a mis manos una tarde equivocada. Otras en violines me convirtieron.

 

Yo desearía, sólo por hoy, recibir de sus manos zurcadas por la vida vivida un rosa que me confirme que he regresado, retornado a esa Rosa Perfecta que alguna vez fui.  Y esta vez sí ser recogida, sí ser advertida.

 

Ya no quiero demorarme en el pensamiento de las bondades de la rosa, todo fue dicho por los poetas.

 

Y, yo, ahora  no tengo rosas en mi jardín.