Prefiero detenerme antes de llegar a tu ciudad para no volver a mirar tu rostro.
Tú y yo sabemos que nuestras manos que nos apretaban
no son las mismas.
Sin embargo, las oblicuas regiones de los sueños
me indican el lugar donde siempre estás detrás de las ausencias.
No conozco otra manera de anunciarte. Amor entre los dientes.
Hábitos de himno. Breve ley del universo.
No cede mi insensata lucha de quererte.
Dejo palabras tiradas en la noche:
espadas, tintas, reconciliaciones, minuto a minuto,
campo entrando en la música.
Dejo la única mutilación del amor.
Dejo sonrisas, amigos, envejecidas cartas.
Dejo la nulidad de tu belleza.
Voy a tu ciudad de páramos dentro de una nieve ciega y amarilla.
G.C.
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