Azimutaba infinito, rebuscando cual búho
a su cena predilecta, mas yo a mi amada perfecta.
Marchaba sin descuido regulando el altruismo
hacia la eterna compañía que me dieran tus jacintos.
Fui veloz como onda de radio. Te alcancé a la distancia
y devolviste un beso de eco, recepcionado absoluto en mi alma.
Nubes, lluvia y marejadas se interponían provocando un ruido,
mas mi rayo irradiado atravesaba todo incidiendo en tu destino.
Amapola, jacinto de piedra, almenara de diosa
la barca de madera fue nuestro lecho
y tu rictus tranquilo se posó en mi pecho
y nuestras abadías desnudas subieron en silencio.
No hay dieléctrico que se interponga, ni matices como muros
no existen jardines boreales, que mamparen nuestros mundos,
tampoco la existencia, la riqueza ni el fin del futuro
sólo existe un sendero de cielo, esencia de un vendaval juntos.