Ayer la última nube del invierno
los terrenos sombríos empapaba
–lodosas noches no creyeron nunca
volver a ser motivo de nostalgia.-
Lejos; muy lejos entre blanca bruma,
ausente ahora el caminante vaga,
ya complacido al cien su buen deseo,
su luz de término la vida traza.
Soy yo tal caminante que en el sueño
–en la agonía que el amor depara-
muere distante, solitario y triste.
Como una lluvia breve la fragancia
de mi ser loco se trocó en tinieblas
y al aire el humo blanco de mi alma.