Raúl Daniel

CARTA A MI MADRE (de mi libro “Entre Miles”)

 

CARTA A MI MADRE (de mi libro “Entre Miles”)

 

Yo hubiera querido honrarte

como deben hacer los hijos,

en vez de eso te aflijo

con estas largas ausencias,

y aunque, en Dios, tu creencia

te brinda la explicación,

no entiende tu corazón,

él sólo entiende que extraña

porque a tu lado no voy,

porque tan lejos estoy...

así siempre es el amor:

¡se ama más a quien más daña!

 

En tus cartas, una a una,

me cuentas tus añoranzas;

y aunque entiendes mi tardanza,

igual quieres abrazarme,

pasar los días conmigo,

tomando mate, hablarme,

contarme tu vida diaria

y que te cuente la mía,

que te hable de Jesús

y que te explique la Biblia.

 

Quisiera hoy hacer memoria

de todo lo que pasó,

tú, aún lo sabrás mejor,

que cosas son nuestra historia:

mi niñez no fue tan buena,

la tuya fue mucho peor;

y para complicar las cosas,

siendo todavía una niña,

¡fue que te aparecí yo!

 

Claro, no fue una sorpresa,

pero sí complicación;

tú no entendías nada,

...¡y cuanto menos yo!;

hiciste lo que pudiste,

amaste lo que sentiste,

pero abundó el error;

tú misma estabas creciendo,

y en la escuela de la vida,

mal, las materias, rindiendo...

¡Pobre, mamita querida!

 

Hoy el amor nos acerca,

pero la vida separa;

quién sabe qué nos depara

más adelante la suerte;

tal vez pronto pueda verte,

no sé que dirá El Señor;

Él es mi suerte y bien sabe

que te quiero visitar;

y es tanto lo que lo quiero,

que para el año nuevo,

procuraré ir por allá.

 

II

 

Los otros días recordaba

cosas de mi juventud,

de cómo me amabas tú

y de cómo me cuidabas,

te preocupabas por mí

porque no me entendías,

hacías lo que podías,

en ese hogar tan errado,

con un padre desligado,

que mal las cosas hacía.

 

No le digas estas cosas

por favor, mamá,

él, ya, muy bien no está,

poco podrá entender,

y aunque siendo su mujer

no debes ocultarle nada:

ésta es tu vida privada,

yo soy tu hijo, tú mi madre,

lo tuyo y mío es tuyo,

otras son las de mi padre.

 

Yo nunca te idolatré,

como hacen los ignorantes,

pero te amo y te amé,

espero te sea bastante...

y te consuele saber

¡qué para siempre he de amarte!

...Muy buen hijo no he sido,

pero es lo que has tenido,

¡y tendrás que conformarte!

 

III

 

Sobre todo por las tardes,

cuando las cosas se calman,

y los colores del aire

dejan de ser transparentes,

y en tono pasteles tornan

también objetos y gentes,

cuando el recuerdo azota

inadvertidamente

e imágenes infrenables

surgen en nuestra mente...

 

¡Te apareces de repente,

tomando el mate de siempre!,

con tu costura en las manos,

con tu mirada sufriente,

con tus ya muy postergados

sueños e ilusiones,

con emociones violentas

de ansiedades y frustradas

expectativas, que nunca

viste, al fin, realizadas!

 

¡Cuánto me duele saberte

en tu condición: desolada,

por muy pocos entendida

y por tan pocos amada;

...si tan sólo por los que amas,

fueras correspondida;

si te amaran a ti usando,

de ti, la misma medida!

 

Quisiste saber las cosas:

religión, filosofía;

pretendías conseguir,

así, la sabiduría;

consultaste con pastores,

clérigos y maestros, pero:

¿qué fue lo que te hicieron?,

...¿cuál el pasto que te dieron?

¡débil oveja herida,

te carnearon y comieron;

y hoy vuelves, desconcertada,

a la vieja idolatría!

 

No te juzgo ni pretendo

ser quien te marque el camino,

Jesús sabrá dirigirte,

Él es el mejor amigo;

si pudo hacerlo conmigo,

siendo mal padre y mal hijo

(y, aún, peor marido),

contigo le será fácil,

¡y yo sé porqué lo digo!

 

IV

 

Mamá, no creas que quiero

enseñarte teología,

si Dios no enseña las cosas,

en vano el hombre porfía;

sólo un poco he de contarte

sobre Jesús, si es que aceptas,

algunas están escritas,

¡otras Él hizo en mi vida!

 

Lo principal, justamente

es eso: la misma Vida

que en Él se encuentra escondida,

y en ninguna otra parte...

Ni aunque el hombre llegue a Marte

o al borde del Universo

o al mismo fondo del mar,

la vida eterna, no en otro,

¡sólo en Jesús hallará!

 

Su Vida misma Él imparte

con su Espíritu de amor;

y quien lo entiende y recibe,

cambia su condición;

como naciendo de nuevo,

resurgiendo de la muerte:

¡pasa del cielo a ser parte,

abandonando este mundo

por la familia de Dios!

 

Y no son sólo palabras,

sino una realidad,

sola, única verdad,

lo demás es fantasía;

atiende y comprenderás:

 

De las cosas que apreciamos,

muchas son inmobiliarias,

por un ejemplo: las casas;

las que se mueven, otras son,

y el auto es la más deseable;

además están personas,

que nuestra vida acompañan

o quisiéramos lo hagan,

mas, escucha esta razón:

 

¡Los autos se hacen chatarra,

casas en ruinas terminan!

y de esto aún más aterra:

que dos metros bajo tierra,

después que tapan el pozo,

quedan todos los cadáveres;

y no escapan a la muerte:

¡ni ricos ni poderosos

ni famosos ni valientes!

 

En cambio Dios continúa,

Él tiene la eternidad,

la eternidad nunca muere,

no se oxida ni marchita;

Él no es que exista, ¡Él Es!

¿no sé si entiendes bien esto?

haz un esfuerzo, mamá,

aunque las cosas terminen:

Él, ¡simplemente está!

 

Tú, mucha escuela no tienes,

pero no es dificultad,

Él te dará entendimiento,

si lo buscas de verdad;

y no creas que te miento,

si lo pruebas, lo verás;

conmigo ha hecho maravillas,

¡y contigo quiero estar:

cuándo los tiempos terminen

y empiece la eternidad!

 

V

 

Madre, ya poco nos falta,

todo camina hacia allá,

y cuando al “Allá” lleguemos,

continúa el “Más Allá”,

yo sé que juntos tendremos

nuestro lugar y además:

no faltará de los otros

ninguno, ¡así será!...

“Serás salvo, tú y tu casa”,

es la promesa, verás,

sólo debemos creerlo,

¡y entonces sucederá!

 

Ahora debo despedirme,

pues se hizo larga mi carta;

yo sé que soy una carga

a tu corazón afligido,

pero lo que nos ha sucedido;

y tan lejos me llevó,

fue que Dios lo permitió;

para bien es que pasó.

Y aunque mucho no entendamos,

pero si la eternidad logramos,

(y el costo, Él, ya pagó),

no importa lo que suframos,

¡importa, sí, que amamos

como Dios nos lo mandó!

...el amanecer llega ya...

 

¡Te amo, mamá, te amo!

... perdóname lo que te hago,

¡y ámame en los demás!