Veronica Arteaga

MI GUERRA Y MI PAZ

MI GUERRA Y MI PAZ

 

Nosotros, los que arrastramos en la tierra la sentencia de la mortalidad..., los que sometemos al Alma y a la Carne a feroz escrutinio, los que vivimos las contiendas entre ambas y conocemos sus luces y sus sombras, sus gemidos agónicos, sus fugaces éxtasis...

Nosotros, los que nos doblegamos antes nuestros versos como juncos abatidos y dejamos que la ola de la Vida escriba en nuestra carne y la trascienda...

Nosotros, lloremos con humildad, y que nos sean perdonadas nuestras humanas lágrimas.

 

                                                                                                                               Cristina Cammarano

 

 

 

MI GUERRA Y MI PAZ

 

Con voces primigenias despuntaron sus guerras

 

Los días que estallaron los  versos en mis venas:

 

Atados en lo alto se encumbraban los Verbos

 

Y en cadenas de barro mis carnes a la tierra.

 

 

Cuando la carne ardía su bulliciosa hoguera

 

Y en la cópula loca de ardores y de sueños

 

Se calcinaban juntos pensamientos y huesos, 

 

Replegadas mis ansias, yo tallaba mis versos.

 

 

 

A veces, una brasa acechaba en la noche

 

Y una leona herida rondaba mis caderas

 

Con rugido salvaje, hendiendo el horizonte,

 

Y el implacable acoso sediento de las fieras.

 

 

A veces se llenaban de claridad mis ojos

 

Y pámpanos de plata cuajaban en mi puerta.

 

 

 

Y despuntaban dulces como tallos de azahares

 

Las novicias tan blancas de mis pálidas letras.

 

 

 

Hubieron otros días de paz y de sosiegos

 

Donde hicieron acuerdos la rosa con la piedra.

 

 

 

Ensayaron su danza de luz los colibríes

 

Y ondearon su melena de verde las praderas.

 

 

 

Mis pies trazaron rutas en los dos laberintos

 

¡Y lograron un pacto el Cielo con la Tierra...!

 

 

 

Tal vez por eso asoman mi carcaj y mis flechas,

 

Entre los pergaminos sedosos de las letras

 

En que lloran su leche de nácar los Poemas

 

Y aherrojadas cadenas atenazan  mis piernas.

 

 

Ha de llegar el día en el que me sorprendan

 

Dos alas liberadas, por fin, de esas sentencias,

 

Y una suelta de pájaros ha de alegrar el alba

 

Y armisticio solemne detener la contienda...

 

 

Así con la impasible frialdad de las estatuas

 

Que se saben de mármol y se sueñan de cera

 

Un ángel victorioso bendecirá mis letras

 

Coronando de mirtos a mi paz y a mis guerras.

 

 

 

Cristina Cammarano