Cuando el frío silencio sobre la noche baña
a la ciudad risueña tan callada y moruna,
luego de haber bebido whisky, vino y champaña,
después de haber sentido sobre el alma la luna.
Más que pronto la noche se ha llevado la fiesta
de aquella gente avara cuyo espíritu vive
disfrutando del mundo. La trágica respuesta
dará sin miramientos el destino proclive.
Y en una dulce casa de palmas revestida
encuentra la esperanza con la flor de la vida,
aquel quien triste fuera el viejo campesino.
En su espalda la carga cuyo destino trajo,
vivir atado siempre a su feliz trabajo
y en sus ojos la lumbre que le endosó el destino.