Tú, lector. que me sigues y asistes a mis cuitas,
sabes de lo que hablo, cuando me contradigo,
que en mis versos naufragas, indigente y mendigo,
y con tanta zozobra en el cieno tiritas.
Que dudando de todo y hasta que el mundo existe,
ansiando por descubrir lo que nunca sabremos,
el hoy que es nuestro infierno o el cielo que no vemos,
lo que tanto deseamos y tanto se resiste.
A veces me parece que no comprendo nada,
amigo, no te esfuerces que entre tanto follaje
un punto insulso somos en este largo viaje,
polilla que carcome y que dormita larvada.
Ambos aunque corsarios, nos estamos muriendo
en esta enorme congoja, alevosa y taimada.
Como rosa podrida que espera ser cortada
nuestras lágrimas tristes de pena corrompiendo.
Nos estamos muriendo por los cuatro costados,
mientras vamos andando vamos envejeciendo,
lagartos que hibernando y ad eternum durmiendo
en este mar de miseria y dudas anegados.
Fingimos que vivimos para no irnos hundiendo
en pozos putrefactos que tientan nuestro halago,
que escribiendo yo engullo y escupo en cada trago,
condenados, amigo, y entretanto sufriendo.
Yo quisiera ser mudo para no oir lo que ocurre
o sufrir silencioso la gangrena en mi mano
y aburrir al cerebro donde nada discurre
y creer que eso es cierto, todos somos hermanos.
Y ascua ser para ver como achicharra la lumbre,
del alma el escalpelo de cualquier cirujano,
y entre la muchedumbre buscando a dios en vano
o pecador convicto morir de incertidumbre.
©donaciano bueno