Abran ojos de digna pureza
que al ver el cuerpo no produzca repugnante ajetreo,
pues yo no lo creo.
Nosotros los pecadores
Sintiéndonos de su belleza acreedores
La arruinamos con repugnantes pensamientos;
De deseos carnales, euforia y placer,
Arruinando lo que de verdad a de ser,
Un cuerpo que contiene el alma errante.
Haciendo de lo hermoso, un pecado,
Un suplicio para el alma, un deseo errado,
que consume la pureza e inocencia del hombre.