Rozar tu mano con la mía,
sentir la calidez desvanecedora
de tormentos, sólo con rozar tu mano;
sentir como exudaban,
estaban tan cálidas
las suaves palmas de tus manos
que contrarrestaron el frío
que inundaba las mías;
no sé que pudo despertar
semejantes sentimientos
ante algo tan nimio
como rozar las manos de alguien,
pero eso, mujer de mi delirio,
fue fantástico, fue como si
mi alma, fría y abnegada,
se hubiese tornado tibia
al rozar con tu ser.
Aún no entiendo
cómo logro ser tan cobarde
para no confesarte lo que siento,
ó, al menos, atreverme a darte un beso.