La besaba y sus manos estrujaba,
y sus labios con lágrimas mojaba.
Aunque era breve aquella despedida
fue también inminente la partida,
aún así, era profunda la herida,
al sentirse otra vez desprotegida.
No quería alejarse ni un momento
para evitar el cruel padecimiento.
Y el solo pensar que ella se quedaba
comenzó a girar en torno a su vida
con un multiplicado sentimiento.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela