Era andar entre nubes conjugando
los besos en francés:
las moras, te decía yo siempre, maduran en agosto,
pero tú ni me oías,
tú estabas empeñada en llegar a la luna en bicicleta
y sin dar pedaladas,
eras como de llama y si mirabas al cielo
se apagaban los grillos y encendía el farero sus cojines de púrpura,
la moras, decía yo,
maduran en agosto,
pero tú te comías las más verdes y su carne era dulce,
los botones temblaban y temblaban
los lirios en las ingles,
tú alargabas tus muslos como arroyos novísimos
por los campos de heno
y a la noche
los deseos oscuros ardían a lo alto.
Después las abluciones,
me escocían las manos, te escocían las manos de las zarzas
y agosto se empeñaba
en hablarnos francés,
pero había en tu vientre mermelada de moras,
mermelada tu vientre
y el olor de la hierba no cabía en tu falda.