Y después, vinieron los hombres,
a limpiar sus cuchillos,
en la orilla del rio.
Aquel, que bañaba mis sueños,
aquel, que daba de beber, a mis lágrimas
y ponía sonido a mi llanto.
Aquel rio, manchado, ahora de rojo
con el tiempo, se quedó frio,
cada vez que venían, aquellos hombres
y sus cuchillos.
Ahora, no queda rio,
ahora, no quedan hombres,
allí, se han quedado los cuchillos,
envueltos, en la torpeza del ser humano,
pensando, que estamos en la tierra
para limpiar nuestros cuchillos.