Ya está el día callado
y entra el frío por las grietas.
La oscuridad vaga por mis ojos,
a solas con mi suerte.
No hay más razón
del desasosiego nocturno
que la incorporeidad de tí,
amado desconocido.
Más tarde, calma y quietud,
queriendo sentir al tacto el aire
como si fuese tu piel, amigo,
me atrapó el sueño del jilguero.
Revoloteando ligero y risueño,
va al encuentro de su elegida;
Y con sus más bellos bailes y trinos
la corteja,... pues se merecían.
Sobre la rama se aman,
en ella anidan.