Con antifaz y vestida de diablillo,
danzaba como posesa entre el gentío.
Allá el buen mozo la observaba embelesado:
-Esta niña me tiene encandilado.
Acercábanse distancias nerviosas,
de rechazos no deseados.
Y viendo que no reparaba en su sombra,
se quedó rezagado.
Dos metros les separaban.
Abismos le parecían,
cuando, para su sorpresa, Juan
se arrimó a la muchacha con afán.
¡Bien!, suerte de carnaval:
La conoce este amigo mío.
Ráudo me acerco como vendaval
a presentar mis saludos.
La noche se presta al encuentro
de cuerpos en deseos
de mentes en reposo
y almas en encrucijados caminos.
Y en el umbral de la mañana,
como pájaros de fuego,
vinieron a buscarlos
el cielo y el infierno.