Amada: Hoy he amanecido con una alegría inusual, he visto que tus mariposas comienzan a visitar mi jardín, claro, me he esmerado tanto, he estado cuidado cada detalle, el agua, la tierra, las flores, pero igual veía tus mariposas asomarse tímidamente y seguir su vuelo, tal vez las asustaban un poco lo descuidados de ciertas partes, ciertas hojas secas, árboles roídos por la lluvia y el viento, sí, claro que las entiendo.
Poco a poco he ido recuperando todo, obviamente que hay ciertas partes donde me gustaría preservar resquicios de esa naturaleza muerta, pero dándoles un toque diferente, que ya no se vean como espacios sufridos, sino como experiencias de lo que sucede en un jardín abandonado, e iré reacomodando las partes para que también se vean hermosas.
Te decía que tus mariposas se acercaban, revoloteaban un poco, pero no entraban, curioseaban mas bien, pero hoy ya he visto algunas incluso tomar el polen de alguna que otra flor. ¡Bellas tus mariposas!, azules, amarillas, moteadas, todas bellas, representando algo de ti en sus colores y su forma de volar.
Las hay más tímidas, y hasta las más atrevidas, algunas casi llegan a mi puerta y una de ellas se poso en el borde de mi taza de café; sentí como me miraba curiosa, quizás intentando otear en mi alma si sería capaz de dañarla, estuvo un momento y se marcho revoloteando feliz por sobre mi cabeza, ella les dirá a las otras que son bienvenidas y siempre deseadas.
Tus mariposas nocturnas por el contrario, siempre están en mi casa, saben que de noche no las veo, pero de alguna manera las presiento. Ellas también están cambiando, ya no las siento tan melancólicas, ahora hasta creo que me cantan.
Amada, deja salir tus mariposas, que brillen sus alas, que alegren la vida, que alienten la esperanza.