kavanarudén

Soy

 

 

 

 

Las horas goteaban lentamente desde el péndulo del reloj de pared.

Recojo cada gota, en un traslúcido cáliz de cristal de roca.

En silencio podía escuchar el “tac, tac” que producían cada una de ellas en su caer paciente.

La tenue luz que producía el cirio, acariciaba tiernamente la habitación donde me encontraba.

Un aroma de rosas rojas de castilla invadía el ambiente. Intenso, dulce pero nada empalagoso ni repugnante.

 

La soledad profunda besaba todo mi cuerpo desnudo, haciendo que mi piel se erizara y se estremeciera con tan profundos, cálidos besos.

No era una soledad negativa, no, absolutamente. Es esa soledad que te inspira, que te hace extender las alas y volar lejano, hacia horizontes, parajes misteriosos y desconocidos.

Que te hace deshojar lánguidamente recuerdos pasados.

Que te hace recordar amores lejanos, que murieron ahogados entre lagos salados de lágrimas.

Esa soledad que te hace descender al interior de tu ser, en ese lugar íntimo, sagrado, donde el respiro es el silencio elocuente, donde los latidos acompañan cada compás de tus pasos, donde ofreces el sacrifico perfecto de tu ser en el puro altar de tu esencia.

La soledad que te permite entrar en contacto con tu niño interior, poderlo tomar entre tus brazos y decirle, mientras lo estrechas a tu pecho: ¡te quiero, eres importante para mí! ¡Siempre te defenderé! ¡No estás solo! ¡Confía en mí….!

 

Se deja escuchar la suave melodía de un piano, haciendo más íntimo este momento. Cada nota la siento profundamente y se va extendiendo por todo mi cuerpo cansado. Continúa el tiempo con su gotear impávido.

 

Siéntome un todo con cuanto me rodea.

Soy pabilo vacilante, gota incesante.

Soy suave melodía, aroma, recuerdo.

Soy soledad intensa, lágrima y vuelo.

Soy cáliz, péndulo, silencio, víctima y altar.

Soy un presente, forjado por un pasado, que se extiende plena y libremente al futuro.

Soy…….