Y sentí aquella opresión en la garganta
Como el siniestro castigo del pecado
Oprimió fuerte con sus dedos helados
Sin destilar ninguna huella de esperanza.
Y me doblé sintiendo la daga hundida
Y con la misma daga hundida en el alma
Empotré la endemoniada vil cuchilla
Muy dentro de sus negras carnes malvadas
Después que lo maté, lloré muy sentida
Pero a mi, gitana... ¡Jamás se me engaña!
Porque yo me revolveré como víbora
Convirtiéndome de hembra amante a cruel díscola
Para clavar mi venganza emponzoñada
¡Aunque después llore el resto de mi vida!
Beatriz Vicentelo 26 diciembre 2013
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