El cálido atardecer,
anaranjado y nublado,
azotado por el estrés
del tenso día que se ha ido;
te esperé sentado
en una acera al borde
de la gran avenida;
al parecer se te hizo tarde,
pero mientras no llegas
imagino tu bella sonrisa;
así comienzo a recordar
la primera vez que te ví,
entraste al recinto
con actitud altiva
e impaciente, pero esas
fueron impresiones erradas,
porque al cruzar miradas
nos desvanecimos como desconocidos.
¡Por fin!¡Llegaste!
Estás aún más hermosa
que aquella vez que cantabas,
te veía con la delicadeza de una rosa
y de un momento a otro, me abrazabas.
Tus espinas cautivaron
mi espíritu flagelado,
y tus palabras avivaron
mi alma, que de amar,
se había olvidado.
\"Quiero volverte a ver\" -dije;
de repente estabas desapareciendo,
el tiempo corría más rápido,
me besaste con una pasión inefable
y dijiste: \"No te preocupes,
mañana, cuando vuelvas a dormir,
volverás a soñarme\".