Giro alrededor de mi camino a Damasco.
Qué cerca la medianoche, esa zona donde la palabra enloquece
para convertirme impiadosamente en un mendigo.
Acaso porque pueda morir solo,con los ojos llenos de síntesis
entre mi corazón y su sombra,
huyo hacia un puerto nunca tocado:
mi camino a Damasco.
La pobreza es otro sino, otra manera que no buscamos,
un dolor primitivo porque todo existe y no existe.
Mientras tanto envejece la ropa que vestimos
y el salario de cobre gastado en la penumbra.
Alguien ingresó en mi cuerpo sin yo saberlo
y está dictando una sentencia.
Me doy vuelta en la noche como un loco golpeándose el pecho
creyendo que su pecho es el culpable.
Es, mi camino a Damasco, el abrazo que yo habré perdido:
los días que mi madre no me dió,
el sol de seres que amé dentro de mí y que nunca lo advirtieron,
la espera en el rincón de los párpados,
otra vez el sueño.
G.C.
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