Caminar por un sendero,
un camino a la locura.
A sus lados lo vigilan
palmeras rosas, pinos verdes,
ojos estraños y arbustos apagados.
La densa niebla en el valle
se pierde al final del camino,
camino manchado de sangre
por el dolor de toda una vida.
¿Caminarán mis pies castigados
por la empinada colina?
¿Se perderán en la niebla,
de la pena y el olvido?
El cielo se volvió oscuro,
negro como la boca del lobo,
dentro de las entrañas del diablo
todas las luces se apagaron,
fueron deboradas entre gritos
las estrellas y la luna.
Allí donde se pierden las almas,
allí donde descansan los muertos,
alli mis pies me llevaron.
Me ataron tobillos y muñecas,
me colgaba una pesada bola,
que se agarraba a la tierra
como a la fe se agarra la vida.
Mis ojos fueron tapados,
la lengua sutilmente cortada,
para que no pudiese
ver mi rostro,
para que no pudiese
llamarme en esta noche oscura.
Y en mi cuerpo el sufrimiento,
continuan las heridas abiertas,
por donde emana espuma y sangre,
que recorren mi piel arrugada
por el tiempo y la tristeza.
Ya no me quedan lágrimas
para limpiar mis ojos negros,
solo me queda recordar
aquellos campos de oro.
Ahora tendido en el suelo,
entre niebla espesa y blanca,
mi cuerpo espera la promesa,
de tres angeles oscuros.
Sé que cumplirán con su palabra,
porque sus letras fueron gravadas
con la sangre que llevo en mi puño.