Mane Castro Videla

Hijos del Presente

Tiemblan las manos angélicas

ante tanta grandeza y el silencio del lenguaje

Adormicida está la mente

sin recuerdos de sonrisas ni alegría

de un todo como si, lo vivido en el pasado

fueran gotas de rocío besándole el rostro

en la huella del grito de amor y de  la muerte

de las  ausencias presentes

y aquellas memoriosas veladas prohibidas,

secretas tertulias  elegantes en la avenida de mayo

sin dotes, y la letra cargada con fuerte olor a café,

a golpe seco de billar y en el registro inconfundible a el encantador

y sepertino aroma a pipa, a la bocanada abierta

en espiral  al infinito del puro en la pausa del cogñac

la vida transcurría con interminables  sensaciones

desnudando las horas de color en la sangre,

Noches de tintas, letras de plomo

y lunas independientes de papel prensa

Perfiles de tíos y tías con nombre propio

en su satisfactoria labor de poetas, artistas y guerreros

abocados en secreto a voces -de la cosa perdida-

identificando la falta de luz

Atravesando oceános y cielos en  el silencio negro

de la melancolía haciendo historia

Somos y venimos de esa identidad

y de un saber  aprenhendido

de largos caminos de oscuridad y horrores

nombrando en cruz a puño cerrado

en el centro de la mesa

a las viejas dictaduras nacionalistas,

al franquismo, fascismo y comunismo

Ese saberse ser, ser la herida que no confunde

de las concepciones religiosas y el desfallecimiento

Dándole al dolor diciente el poner la firma,

la honradez para pensar más y más

Y los destinos ...

los destinos de los amores, amigos y  familia,

 esa depresión anonadora y desvastante del yo

-esa deprimente carencia-  impresa en los ojos

Soy su  heredera universal

y   de ese lento andar descalzo del abuelo

Sin prisas, pensante uno es, libertario

en ese cuerpo de fantasma despedazado

y  en la búsqueda permanente hacia un futuro brillante

sin fanatismos, ni cultos, terrorismo ni violencia

y  en  la mácara de ese no soy,

del discurso en que uno se refugia

en el mortal silencio de la palabra, uno es eso y más.

Crece y avanza, sin angustia de muerte

a los peligros y sin abandonarse, a uno mismo.

Odiada y perseguida se sigue  en el camino a la esperanza

Sola se continúa haciendo las cosas de antes, las de siempre

en  la excitante noche desarraigada

con la mirada fija y oscura en el vacío

Se aprende a ser y  a ser madre en nueve lunas

en el privilegio de la mirada del hijo,

a la esperanza de amor y la dignidad del ser.

A ser al dolor y a esa pena sin tiempos,

ese desencanto e ironía del vivir

A las promesas enmudecidas quemando,

al sometimiento desgarrando las entrañas,

destrozando la vida... los años... Sin anudadamientos

Los muertos, los de todos, los propios

y aquellos muertos, los del borde al filo de la palabra

en  ceremonia que han sido enterrados vivos

Todos son y están, proclamando eterna memoria

Memoria de valores, tradiciones, razas y credos.

Sin hogar y con grietas eso fuimos, eso somos,

cada uno con lo que es, siente ese terruño

y las sombras que nos devuelve el espejo

Desterrados, torturados, habitando la peor pesadilla

se quiera o no, se sepa o no, siempre está el rumbo

a esa realidad asequible de la palabra al corazón

La raza humana no abandona cuando hay amor

y sí, solo cuando hay fé que solo mueven montañas

en nombre del falso dios

Así creemos, crecemos creciendo, siendo en la verdad genuina

 y en la legitimdad de la palabra para amarnos en libertad,

Sin ridiculizarnos, sin imitaciones ni apropiaciones

solo transformando el orgullo en dignidad

y solo, eso somos:

Hijos del presente -la de los otros-

buscando el cambio, transformadores individuales

con raíces y alas protestando a viva voz

con esa herida del alma y la libertad entendida

como nuestra responsabilidad

Ardiendo de deseos en la mirada, sin escondernos

en ser respuesta clara cuando el cielo se enfurece

 

Mané Castro Videla