En la voz de Gaviota Romero Blandino
UNA VENTANA AL PASADO
Entre los siglos 14 y 16, algunos científicos y pensadores europeos comenzaron a formular teorías sobre el universo que contradecían las enseñanzas de la Iglesia católica. Uno de ellos fue Galileo Galilei, quien examinó con nuevos ojos el universo.
EN LA época de Galileo, se creía que el Sol, los planetas y las estrellas giraban alrededor de la Tierra. Esa también era la postura oficial de la Iglesia católica.
Sin embargo, gracias a su telescopio, Galileo encontró pruebas que contradecían las creencias de la mayoría de los científicos. Por ejemplo, notó que las manchas que se observan en la superficie solar parecían moverse de un lado a otro y dedujo que el Sol gira sobre un eje. Esta y otras observaciones ampliaron el conocimiento del hombre sobre el universo, pero también enfrentaron a Galileo con la Iglesia católica.
Décadas antes, el astrónomo polaco Nicolás Copérnico había llegado a la conclusión de que la Tierra gira alrededor del Sol. Galileo estudió la obra de Copérnico y recopiló más pruebas que apoyaban aquella teoría. Aunque al principio dudó en publicar sus observaciones por temor a las burlas y al desprecio, al final no pudo contener su entusiasmo por lo que había descubierto y lo hizo público. Los planteamientos de Galileo generaron la oposición de sus colegas, y pronto los líderes de la Iglesia comenzaron a desacreditarlo desde el púlpito.
En 1616, el cardenal Bellarmino, considerado “el mayor teólogo católico de sus días”, le informó a Galileo que la Iglesia había promulgado un decreto en contra de las ideas de Copérnico y lo instó enérgicamente a obedecerlo. Por eso, durante algunos años, Galileo no volvió a defender en público las ideas de Copérnico.
En 1623, un amigo de Galileo llegó a ser el Papa Urbano VIII. Y al año siguiente, Galileo le pidió que anulara el decreto de 1616. Pero lo que hizo el Papa fue pedirle a Galileo que redactara una obra que explicara la teoría de Copérnico, así como la de Aristóteles (aceptada por la Iglesia), sin inclinarse por ninguna de las dos.
El libro se tituló Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo. Pese a que el Papa le pidió a Galileo que fuera neutral, a muchos les pareció que el libro favorecía la teoría de Copérnico. Y los enemigos de Galileo afirmaron que dejaba al Papa en ridículo. Acusado de hereje, y ante la amenaza de ser torturado, Galileo rechazó las ideas de Copérnico. En 1633, la Inquisición católica en Roma lo condenó a permanecer recluido en su casa el resto de su vida y prohibió sus obras. Galileo murió en su hogar, en la región de Arcetri, cerca de Florencia, el 8 de enero de 1642.
El Papa Juan Pablo II reconoció que la Iglesia había condenado injustamente a Galileo
Algunas de las obras de Galileo figuraron por siglos en la lista de libros prohibidos por la Iglesia católica. No fue sino hasta 1979 que la Iglesia decidió reexaminar la sentencia contra Galileo que la Inquisición había dictado trescientos años antes. Por fin, en 1992, el Papa Juan Pablo II reconoció que la Iglesia había condenado injustamente a Galileo.
Galileo Galilei nació en 1564 en la ciudad de Pisa (Italia), famosa por su torre inclinada. Fue catedrático de la universidad de la ciudad de Padua y más tarde vivió en Florencia.
Galileo no inventó el telescopio, pero le hizo mejoras al diseño para poder ver objetos más distantes con mayor claridad.
Debido a sus teorías sobre el universo, Galileo tuvo que presentarse en dos ocasiones ante la Inquisición. Este tribunal eclesiástico se caracterizaba por castigar a quienes se atrevían a cuestionar las enseñanzas de la Iglesia.
Algunos historiadores opinan que Galileo pudo haber sido torturado físicamente por la Inquisición. La sentencia que recibió dice que, a fin de descubrir sus verdaderos motivos, lo sometieron a un “riguroso examen”. Esta era una expresión usada por la Inquisición para referirse a la tortura, o al menos a la amenaza de ser torturado.
Según los expertos, había torturas de distintos tipos y niveles. A veces, solo se recurría a mostrarle a la víctima los instrumentos de tortura, mientras que en otras ocasiones la desnudaban, la ataban y la sometían a dolorosos castigos que iban aumentando en intensidad. Sin embargo, nadie sabe con certeza en qué consistió el “riguroso examen” que se le hizo a Galileo.