Raúl Daniel

TABLAS DEL DESTINO (de mi libro “Poesía Extraordinaria”)

 

TABLAS DEL DESTINO (de mi libro “Poesía Extraordinaria”)

 

Para que sufrir si se puede olvidar...

Para que llorar si es mejor reír...

Siempre que amé perdí, ¡ya debería acostumbrarme!

No sé hasta cuando voy a quemarme con el mismo fuego,

el amor es un juego que nunca aprendí.

 

Siempre mostré mis cartas, no hacer trampas ¡fue mi proceder!

Agostado estoy y voy a tener que colegir muy bien,

en el tablero de mi vida, mi próxima movida;

no me quedan caballos, torres ni alfiles para contender...

ya entregué mi dama y cuento por miles las heridas de mi rey.

 

Sólo huir me queda...

Buscar el empate degollando peones en vesánica brega,

en un mate y muera, en un vaya y venga...

absurda carrera en que no me detenga,

luchando en victoria a pesar del quebranto

por la inminente derrota, y aunque no la gloria

del triunfo anhelado: ¡qué no pierda tanto!

 

¡Oh, mujer inconstante, piloto sin carta que errante,

en barco sin norte ni sino, no usa su libre albedrío

en gobernar su nave...!

Me jugué a quererte y te amé sin medida,

tú, mujer malograda, a quien traje a la vida,

¡cuán mal me pagaste!... quería alcanzarte, pero no quisiste,

me equivoqué  y te equivocaste... yo era la estrella,

no lo comprendiste... y ¡no me alcanzaste!

 

¡Yo era la torre y no me sitiaste...!

tu felicidad tenía y no me tomaste... yo te me ofrecía,

te abría mis puertas, pero no pasaste...

qué triste mi parte... ¡y qué denigrante!

 

Estamos en mayo... comienzan los fríos, el otoño avanza;

tú revoloteas como mariposa tratando que vuelvan

de nuevo las cosas a ser como antes...

 

Pero ya es muy tarde, se cumplió tu tiempo

y, aunque fue un empate (ninguno ganamos),

los dos nos quedamos reyes solitarios de nuestros fracasos,

sin amar... ni amados... vacíos los brazos

o peor, ¡con carne llena de pecado!

 

Volverá otra vez a ser primavera... y a otra mujer alzaré

para cruzar un charco... y la besaré... le escribiré poemas...

y de ti... de a poco... ¡me olvidaré!

 

Mi Dios me cuidó y continúo vivo

(a pesar de todo lo que me pasó)...

Sé muy bien que fue de mí lo que más te gustó:

Mis ojos y mis versos... ya no te verás más en ellos,

y tal vez sean éstos los últimos que te escribo...

 

(No sé sin son versos o sólo el epílogo

de este “casi-amor” que los dos construimos)...

Estamos iguales, tablas del destino...

Me dices adiós... Yo, ¡adiós te digo!