Sigo pensando en que
tal vez haya sido solo
la memoria de un amor
lo que nos envolvió,
o el recuerdo fugitivo
del corazón de los dioses
al que robamos su calor.
Sea lo que fuese,
no era de este mundo:
tenía polvo de estrellas
y mil constelaciones de ellas.
Por sobre su espalda:
las alas de un sueño
oníricamente blancas,
como la sal de la tierra
o la nieve en las cordilleras.
Y la distancia no es mas
que otro estado de las cosas;
pues siguen tus pies en el suelo
y mi corazón en las nubes,
que de vez en cuando llueven
sobre tu casa, sobre tu cama
sobre las bocas en la calle
que dicen que se quieren.
Y en la idea de que todo vuelve
a un lugar primigenio,
busco consuelo para otra idea
que me dice que quizás no te vea
en esta vida de nuevo.