Tengo el alma ensimismada en ti, la distancia
nos abre un bosque, pero te buscan
mis anhelos, me arde la memoria de los besos,
me salta desde el fondo tu constante estrella.
¿Cómo evadirme si no me pertenezco?
Desamparado anduve largos años,
todos los días una espina me rozaba,
aguardaba que tiempo y alma tuvieran para mi
su arcón dispuesto, hasta que tu llegaste
y amanecimos sobre el caos.
Fue más que el nacimiento del verano,
yo fui sumiso como el aire que atraviesa un templo.
Todo empezó contigo en mitad de la vida,
las estrellas y los días acercaron su orden,
juntos al pasado le hicimos un nudo.
De a poco el universo distribuyó su fábula.
Fueron mías tus lágrimas, fueron míos tus sueños.
Fuimos y vinimos en la situación de la niebla, hasta que
del abismo una paloma de luz emergió decidida.
Nos quisimos como la primera vez del mundo.
Un amor por ti que me escala como un rayo
de tormenta, y es así que en ti voy dejando
aire y presencia y asciende por tus recintos cálidos
la helada sencilla de mi vida serena.
Tu lejanía queda cercada por mí sangre.