entre las sombras de la noche, tu fugitiva silueta
de replandeciente belleza busco sin cesar,
con pasos de bailarina atraviesas la bruma de la medianoche
dejándome intoxicado por el aroma de tu cuerpo al pasar
y a la mañana siguiente, me resigno al recordar
tus labios de vino, que los sedientos míos quisieron besar;
deseándo haberme muerto por el veneno de tu roja lengua
en vez de haber agonizado por mi codicia reflejada en tus ojos
pero morirme ahí, sobre tus senos
con mi mano estrechándose con la tuya;
un momento de resurrección que jamás olvidaré
en cambio por una vida de la cual siempre me arrepentiré.
¿Acaso no debiera a tu caricia sucumbir?
¿Acaso, amada mía, no debiera por mis furtivos anhelos sufrir?
Marco \'14