Traigo tu sabor grabado en la imaginación
desde los primeros días, amor,
pero ya no me basta,
me es insuficiente.
Quiero probarte, amor,
debo probarte.
Degustar tu piel, tus labios,
tu calor, tu sudor, tu sexo, amor,
tus pechos, tu aliento,
y las versiones dulces y agrias de tu llanto.
Pero más tus brazos, amor,
sobre todo tus brazos.
¿Cómo no querer probar tus brazos?
Ahí es donde habita el amor:
entre los brazos.
No es coincidencia que el corazón
se encuentre entre ellos
y no atrás de una rodilla,
por decir algo.
Uno puede renunciar a tantas cosas en el amor
pero un abrazo siempre es indispensable,
siempre.
¿Cómo combinar el amor con la paciencia
si son cosas harto diferentes?
El amor es impulso, es acción
y la paciencia es tan quieta, tan jodidamente cauta.
No puedo, amor, no puedo.
Ésto no es una queja ni una renuncia,
es un aviso de que voy a pasarme
el tiempo, el espacio y sobre todo esta pinche paciencia
por los cojones en cualquier momento.
JCEM