Mis manos sudan,
el cuerpo tiembla,
la respiración ahogada,
una sensación de nausea
y aquella palpitación innegable
en el corazón.
Síntomas dicen los expertos
de uno de los males modernos:
la ansiedad...
Pero que van a saber de ansiedad esos científicos!
La vida en los días de hoy,
está repleta de cobranzas:
en el trabajo,
en la familia,
en las relaciones sociales y sexuales.
Cada vez estamos más llenos de tareas,
De compromisos,
de citas pendientes.
Una lista enorme de cosas por hacer,
y ni siempre el tiempo es suficiente.
Viene entonces
la sensación desagradable
de tener que hacer más cosas
de las que prestamos cuenta.
Es común oír las personas quejándose:
Tengo tanto que hacer
y me gustaría solamente dormir,
de quedar con mi familia,
de ver una buena película,
de jugar con mis animales que tengo en casa.
Por otro lado,
las exigencias de la vida moderna
nos obligan a hacer cursos,
de perfeccionar los conocimientos.
Es la era de la información.
Como conciliar todo esto
con el natural deseo de instruirnos,
de mejorar la vida,
de aprovechar las oportunidades,
de evoluir!
El camino del equilibrio es la solución.
Es natural desear el progreso,
el perfeccionamiento,
tanto en los campos ético-moral,
como en lo intelectual.
Es de naturaleza humana estar en permanente aprendizaje,
adquiriendo conocimientos
y anexando valores a su maleta cultural.
Pero el gran problema de nuestros días
es la ausencia de límites.
Estamos cada vez más
comandados por las presiones externas,
subyugados por imposiciones de los diversos grupos sociales.
Raras veces pensamos por nosotros mismos,
hemos permitido que nos dibujen proyectos,
que piensen por nosotros,
hasta que tenemos que usar el mismo vocabulario,
ya no reflexionamos sobre lo que realmente nos interesa.
En general,
tomamos decisiones bajo extrema presión.
Resultado: Deseamos hacer de todo un poco.
Queremos leer de todo,
no deseamos estar desinformados.
Es la consecuencia inmediata del stress.
El cuerpo no soporta tanta presión
y se enferma.
Nuestra reacción a ese mundo globalizado
debería ser serena:
Voy aprender lo que pueda,
cuando pueda
y en el ritmo que pueda,
sin forzar mi naturaleza.
Voy a trabajar en el límite de mis fuerzas,
haciendo lo mejor que pueda,
pero sin la obligación de probar las cosas a jefes
y colegas de trabajo.
Esto sería más sensato,
Pero no sería verdad,
el stress toma cuenta de nuevo de mí ser,
ocupa los espacios
y no me deja dormir.