Escucho a Mozart por la noche y leo
a un tal Machado o a algún otro poeta,
hasta que llega el toque de corneta,
los ojos se me nublan y no veo.
Filtrando voy los duros de pesetas,
si algún verso me gusta, me recreo,
haciendo caso omiso a los profetas
pues la verdad se pudre en el aseo.
Creo que aún estoy vivo mas no creo
en aquellos que afirman ser estetas
subiendo a los altares con mil tretas,
a convertirse en centros de deseo.
Huyo de los que creen ser adobo,
el centro, la comidilla en los saraos.
Yo, aquí, desnudo, detesto a esos fumaos,
sólo soy yo y mi flacidez, un bobo.
©donaciano bueno