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Mujer sencilla de Nazaret,
Que vives sumergida
En el silencio,
Los latidos de tu corazón
Son una eterna alabanza a Dios.
Mujer que vives oculta
En la pequeña casa de Nazaret,
Que todos los días
Esperas con alegría
El regreso de Jesús,
Tu hijo amado
Y de tu esposo José.
Mujer que lavas
Con tus delicadas manos
La ropa de aloe y acacia
Que se viste el sol sin ocaso.
Mujer que educas en el silencio,
Enseñas alegremente
Las virtudes plantadas
Por las manos de Dios.
Mujer sencilla y pobre,
Que vives en el taller
De la fe y del amor.
Mujer sonriente que meditas
La Palabra de Dios día y noche,
Contemplándola en tus regazos
Y arrullándola para que duerma
En tu corazón.
Mujer que todos
Los días preparas la comida,
Horneas la masa del pan
Y pides el mejor vino
Para la humanidad.
Mujer y Madre de Nazaret,
Acoge en tu corazón el silencio
De Dios y oye el susurro
De su pasar en tu vida,
Contémplale venir a ti
Y llámale con todo tu amor:
“Hijo mío querido.”
Oye su respuesta:
“Madre mía,
¿Qué quieres de mi?”
Y tú le contestas:
“Verte y amarte”.
Mujer sencilla y humilde
Vives en el silencio de Nazaret
Escuchando en tu corazón
La predica de tu Hijo Amado
Y contemplándolo en el árbol
De la vida hasta que se
Consuma el plan magnifico
De Dios.
Mujer sencilla y llena de fe,
La caridad es tu mansión,
La esperanza tu tálamo
Y tu Hijo Resucitado
Tu gozo nuevo y eterno.
Te has quedado dormida
En sus brazos de amor,
Mujer sencilla de Nazaret.