Gélida soledad
Siempre te esperé en el ocaso del silencio que alumbraba el horizonte de mi ser, pero la osadía de un azar marcado por el odio corrompió las ansias de mis debilidades arrastrada por los momentos iracundos de una despedida inesperada, para conducirme en cauces de tristezas que desbordaron mis lagrimas en mares ensangrentados desembocando en el golfo de mi corazón.
Las gotas rojas de mi sangre formaron las partículas de un dolor profundo en mi alma, y la oscuridad cegaba mis pupilas llenas de melancolías conduciéndome a un valle de desconcierto, donde mi ser lloraba sin consuelo, y las esperanzas de volverte a ver iban desapareciendo de mi vida en un triste amanecer,
No obstante al mirar más allá de la penumbra pude adivinar el santuario que yacía en el umbral de la distancia, mientras el tintineo de sus campanas llenaba la inminente soledad que embargaba mis entrañas.
Más buscaba en el hermetismo de mis penas el espejismo de tu fisonomía, y levantando mis ojos hacia arriba escudriñaba el cielo para tratar de imaginar entre las nubes alguna parte de tu rostro.
pero solo veía la intensidad del azulado universo, donde rasgaban las estrellas fugaces confidentes de mis secretos, a las cuales les prometía que nunca, nunca te dejaría de amar, y que siempre te llevaría conmigo a los confines del más allá, allende la divinidad, y guardianes del infinito nos volvieran a reconciliar.
Me sentí sumida en un mundo sin retorno donde el eco de la noche hacia estrago en la penumbra, y el desesperado deseo por tu amor enloquecía mi esencia, moría embriagada de lujurias por tus besos, por tus caricias y el destello de tu mirada.
Sentí desmayar en la mitad de la nada donde trémula de mis penas desguarnecía en este maldito silencio esperando una noticia tuya, una llamada, o una mezquina epístola que nunca llegó, pero mi alma lloró y lloró sin respuesta en el aislamiento de un gélido e inesperado adiós.
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Autora Toñi Martinez Estevez
ESPAÑA