LA Niña de la Trenza Larga
En la casa de Tomás, había una niña negra con una trenza muy larga. Su padre se llamaba Jacob y su madre Teresa. Tomás, era un hacendado el cual tenía una hacienda llamada Las Tinieblas, y era en verdad era una tiniebla y una competencia fuerte para las demás haciendas. La niña tejía su trenza cuidadosamente y fuertemente la agarraba en sus manos, para que no se fuese a soltar. Sentada a la orilla del mar, ella, veía la gente pasar. Era un lugar privilegiado con autos nuevos que daban la vuelta al malecón llamado Los Diablos. La niña veía su trenza larga volar por los vientos cuando al correr por la playa, se levantaba el mismo furor que el viento. La niña de la trenza larga, corría veloz a velozmente, rápido a rápidamente por el callejón La Halita, y veía que su trenza revoloteaba con el viento, otra vez. Una vez se detuvo en el callejón La Halita, y le preguntó al viento que, -¿qué hacía con su trenza larga?-. Y el viento le contestó, -que quería verla sonreír y ser feliz-. Y la niña, con los ojos abiertos y sorprendida porque el viento le ripostó aquella tarde, le dijo, -sí, viento soy muy feliz-, y ella le preguntó, -¿cómo te llamas?-, y el viento hizo un remolino de arena en el suelo y ella quedó impactada con aquella forma de hacer revolotear la arena en el callejón La Halita, que le dijo, -me llamo Romián-, y quedo atónita con aquella voz y tan fuerte.
Y la niña de la trenza larga, voló por los cielos al saber que el viento era su amigo en verdad. Y fue para su casa. Cuando su padre la miró, le dijo, -oye, niña, ¿porque tan contenta?-, y la niña a lo que le contestó fue que conoció al gran viento llamado Romián, y que estaba en el callejón La Halita. El padre en su gran esfuerzo por seguirle la corriente, no se percató que la niña le decía la verdad. El creía que era un sueño o una ilusión de la niña, y que era pasajera la acción de la niña. Cuando por consiguiente, la niña de la trenza larga, visitaba a La Halita, consecutivamente. Hasta lograr que el viento le hablara más y más, y cada día más y más. Y volvió a sentarse a la orilla de la playa, cuando hacía su trenza larga, y el viento revoloteaba cada vez más y más, y más fuerte con su trenza larga.
Cuando de momento, la niña de la trenza larga, se vuelve insistentemente y le dice al viento, yo quiero verte con mis propios ojos. El viento que hizo una vuelta en el suelo con la arena, se dejó ver a la niña de la trenza larga. Era un viejito muy sabio por cierto, llamado Romián, era ciego y vivía en el callejón La Halita. Él, le cuenta toda su historia a la niña de la trenza larga, y dice, que el viento aquí era muy poco, sólo cuando llegaba ella, el viento era más fuerte. La niña le confesó que cada vez que corría, el viento jugaba con su trenza larga. Y quizás, es que la niña trajo el viento hasta el callejón La Halita.
La playa permanecía tranquila, sosegada y en calma. Pero, el viento aún revoloteaba por la playa, la calle y el en el callejón La Halita. Y la tempestad llegó al pueblo de la niña de la trenza larga, porque sólo quería el viento jugar con ella. Y el viento llego por casualidad, sin avisar ni con un tiempo predestinado, cuando sólo la lluvia mojó a su trenza con una lluvia pasajera. Y no fue una tormenta, tempestad o un huracán. Y el viejo sabio que era Romián le grita a la niña, -corre hasta tu casa que lo que se avecina es fuerte-. Cuando la niña de la trenza larga corrió, se perdió entre el viento del tornado fugaz que la perseguía…..