Tienes lágrimas entumecidas
de un tiempo que no alcancé a conocer
cuando tu noble corazón amenazado
se movía como un río tembloroso
cuando el tiempo te llovía
y el triángulo nocturno no tenía amanecer
observando dolores en blanco
preludio de un rastrero acantilado.
Entonces tu suave árbol ignoraba
el ataque artero de su propia semilla
malas aguas habían inyectado sus albores
hasta torcer un destino venturoso.
Maldigo al amo de esa mórbida cizaña
abomino de la infecta sangre de sus tripas
del tortuoso sendero de ese entonces
que volvieron tu camino tan áspero ... tan solo.
Vinieron luego muchos días que yo ignoro
hasta que pusiste a ondear tu bandera de hada resurrecta
fue cuando cruzaste por la bruma de mi cielo
en viento seductor de cadera interminable.
Me diste vuelta el corazón tras de tu soplo
con un delicado toque entre mi niebla
florecí para ser nuevo en lo tibio de tu lecho
muy lejos de mi lanza y de mis antiguos sables.
A ti debo cada uno de los peldaños de mi ascenso
águla de paz que cubre y no abandona
te debo que sin saber hayas cubierto mis heridas
con la piel de tu polen emergente.
Te adeudo además el beso del amor después del sexo
la dulzura de tus formas en la espera de tu rosa
cuando en murmullo de aguas me acercas a tu orilla
en un sueño de nubes que pide y que consiente.
Roger Jaine