(soneto isabelino)
Jamás había escuchádote quebrada,
creíame yo solo en el quebranto
y oírte así, llorar, desquebrajada,
¡ah cuánto me dolió!... y duele tanto.
Sutil declamación conmovedora,
¡qué fuerte sacudió mi nula calma!
Tu voz, delicadez desgarradora,
fue viva y eficaz..., rasgó mi alma.
La ausencia deja noches muy sombrías...
Sabiéndote en la misma circunstancia,
tus lágrimas se unieron a las mías,
no obstando ya la física distancia.
Conmigo fue tu pena compartida...
Yo tuve el corazón a media vida.