En mi niñez, adolescencia y juventud,
busqué a Dios, pero nunca lo pude encontrar,
aprendí en el ensayo, los odios del mundo,
sus egoísmos, sus rencores y desprecio,
en la práctica cometí muchos errores,
sin embargo mi alma nunca se empobreció.
Más tarde ya no busqué a Dios, busqué la paz,
busqué amor, felicidad, mi tranquilidad,
en el ensayo, aprendí los odios del mundo,
sus egoísmos, sus rencores y desprecio,
en la práctica cometí muchos errores,
sin embargo mi alma nunca se empobreció.
Adelante busqué aquella luz divina,
la hallé en medio de profunda meditación.
alma, también mi mente, se llenó de Dios,
de Paz, de Armonía, de Concierto, de Todo,
de Tranquilidad, de Amor, de Felicidad,
pero entonces estoy muy viejo para errar.
En mis pasos retorno pidiendo perdón,
no por mi, por aquellos que saben odiar,
por todos los egoístas, los rencorosos,
los que desprecian y no aprendieron a amar,
por los que han perdido su vida en el pasado,
por aquellos que no han encontrado la luz.
El tiempo ha marcado con líneas mi rostro,
he perdido cabello, quedan pocas canas,
queda un viejo con amor en su corazón,
aquel niñito que era se ha muerto, no existe,
colmado de paz, sólo me quedan las ganas
entrar por siempre en profunda meditación.