El castillo de arena camina entre tus afanes
ahora que el paraíso es una imagen sin grietas.
Me debes el erotismo de una noche
sin siluetas malévolas.
Arde mi frente y mis manos requieren
agua solidificada gracias al influjo de la entrega.
No he logrado asimilar el huracán
que ambicionó una nueva juventud
y tampoco he podido asimilar el aplauso inútil
que hace crecer tu soberbia.
Me debes una postura inusual
en una cama deshecha por los golpes
de los fingimientos.