Hoy querías locura, me sonreíste mientras exigías con ternura un poco de locura. Decidimos pues irnos a un lugar que te gusta mucho, se trataba de una laguna formada por el encuentro de dos montañas, él agua es tan cristalina que se puede ver el fondo azul iluminado por los rayos de un sol cálido que alimenta el alma… un sol como tu sonrisa. La paya era gigantesca,una media luna de piedritas de colores. Me gusta ver la alegría en tus ojos cuando observas aquel océano de agua dulce, esa maravilla que encuentras en lo sencillo de la naturaleza. Escogí una canasta con pan de ajo horneado en leña, dos botellas de fernet heladas, quesos de todo tipo, uvas, moras, cerezas, una canasta de vida posada en la arena fría, nos sentamos en dos troncos secos con tapiz de musgo y liquen, la brisa era constante y levantaba tus cabellos en una danza frenética, intentabas calmar aquellos briosos mechones con tus manos, te detuve en el intento, apreté mis manos en tus mejillas y bese tu frente con el sentimiento que tenía calentando en el pecho, luego me quede mirando tus pupilas, intentado imitarte y decirte todo en mi silencio… me aparto para mirar el horizonte púrpura de nuevo, mientras te doblas para caer lentamente en mis piernas, aprovechando para escurrí mis dedos entre tu cabello, la tarde era violentada por rojos anaranjados, y púrpuras desteñidos, me pediste locura señorita, locura es no dejar de soñar hermosa, tus pómulos iluminados por el frío, se encogieron con el trazo fino de tu sonrisa, mira en el cielo, indicaste, mientras ballenas surcaban aquel mar de acuarelas mezcladas al azar, su danza al compás de bellos cantos eran sueño, sueña siempre hermosa, hasta que tus sueños se vean en el cielo… bese tu frente y compartí aquella proyección de locura.