GuillermoO

Cuando a la medianoche

 

 

Cuando a la medianoche

tu garganta se partía en rosas como en un acto de fiebre,

águilas abiertas decretaban mi extinción.

Yo, que amaba tu sexo hacia las nubes

nunca pude atravesar mi perpetuo deseo endemoniado,

que no está en el comienzo de tu patio redondo,

ni en mi corazón sustraído de la bolsa más austral.

 

Te recuerdo bebiéndote el aire,

tapándote el alma,

para que los malos miedos no la destruyeran,

acunándola como a una preciosa rama de estrellas.

 

Pero nada se pudo,

ni mis brazos, ni mi arrojo incesante,

en tu forma lujuriosa de amar.

Dejaste que del cielo partieran campanas,

y del mar las olas que luchaban entre si.

Formas de ver lo invisible:

olorosa luz hecha de barro,

días destinados a la nada;

y más allá

el campo abierto,

y tu corriendo como un niño,

en pos de ceremonias

que siempre siempre

resultaban naufragios.

 

 

G.C.

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