Tallados como frondosos maderos,
navegantes en lágrima y camino desgarbado,
están sus calofríos
entrometidos con la vida y el retrato.
Rumores al aire, soledad viva,
quilates cantados en su propia gloria,
con réquiem de herramientas bohemias,
bajo palizas de chirimoyos dulces,
sobre fortaleza de cedros amargos,
entre letrillas de llantos histriónicos,
cual alma ingrávida, refunfuñándole al destino
que se evapora en la planta que me tomo,
me fumo y me ahoga.
Apenas desde la placenta
de ese mi último suspiro acuático,
hasta ahora,
en el bostezo de aire y hambre,
te traigo mi concilio, mi propio vagabundeo,
mi resonancia de corazón abierto,
mi propio feto de poema, mi trauma de marginal,
abortado desde mi tolerancia al alcohol
para tu historia derramada.
Nos tienes, tierra arrugada e infatigable,
subsumidos por el vórtice de tu manantial salobre
en pleno hambre de leche caliente,
en tus pechos lomas,
a tientas por la vida,
escondiéndonos de la muerte,
con lengua salivando
erótica.