LO PROHIBIDO
Latido de mi carne misterioso y sin nombre
Adoleció nostalgias de lo desconocido...
Cuando en la siesta aquella de calor sofocante,
Pegándose en sudores sus telas a mis carnes
Doliera en mis pezones sin pasión ni malicia.
Las ropas, fastidiosas, fueron cayendo lentas
Con lánguida inocencia, sin ofrecer reparos,
El agua que llevaba su refrescante alivio
Sin castigos de infierno ni paz de paraísos
Descubrió entre mis dedos a lo desconocido...
Después, pasó la vida con sus pequeños gozos
Y sus rachas de amores vistosos y loables...
Un tenaz balbuceo de intentos y caricias
Y promesas inciertas y amantes distraídos
Ofreciendo muy pocos panoramas amables.
Pero en aquella siesta de los catorce años
Fue en la que pude a solas descubrir en mi carne
La Mujer que en mí mora, La Hembra Primigenia,
La que contiene ardiente en su ser lo Absoluto.
La que entre torpes brazos es la punta de un iceberg.
Cristina Cammarano.